La costumbre de
drogarse no es nueva. Históricamente, el hombre siempre ha consumido sustancias
que alteran el funcionamiento normal del sistema nervioso central. El alcohol y
los opiáceos fueron los primeros psicoativos empleados con esta finalidad ya
alrededor de año 5.000 a.C. Se estima que el cáñamo (cannabis sativa) se
cultiva en China desde hace 4.000 años. En América, el imperio incaico (andino)
sacaba tres cosechas anuales de hoja de coca (erythroxilum coca lam) las cuales
se utilizaban como analgésico y energizante de uso diario, especialmente, en
virtud de la fatiga producida por la altura. En la sociedad Azteca, igualmente
se empleaba la ingestión del hongo llamado teonanacati y el consumo de peyote
con fines religiosos1.
Con fines
mágico-religiosos, para huir de la realidad, para hacer frente a los problemas
o por la incapacidad para ello, por simple placer o con fines médicos el hombre
ha hecho uso de plantas y productos químicos hoy incluidos en el concepto de
drogas2. Han sido muchas las sustancias
psicoactivas empleadas, pero las más difundidas son la cafeína, el tabaco, el
alcohol, el cannabis, la cocaína y los opiáceos.Probablemente, el alcohol sea
el más antiguo de todos. Las pesquisas históricas no son concluyentes, pero
indican que la fermentación de algún fruto o de la miel es el origen remoto del
primer psicoactivo.
De hecho, los
descubrimientos arqueológicos revelan que las vasijas ya existían en 8.000 a.C.
y que, por lo menos, en 5.000 a.C. eran empleadas para almacenar miel3. De ahí se deduce que la miel
fermentada y diluida en agua (aguamiel o hidromiel) haya sido el primer vino
para consumo humano4. Desde entonces el alcohol ha
formado parte de la vida humana:. Las bebidas fermentadas eran muy frecuentes
en todas las comunidades y las bebidas fermentadas se convirtieron en artículos
importantes de comercio colonial, después de las grandes navegaciones 5. Por último, durante el siglo XX se
ha producido el fenómeno de la globalización de los patrones de consumo,
especialmente después de la segunda Guerra mundial, cuando la bebida alcohólica
deja de estar asociada a las comidas y la nueva pauta de consumo pasa a ser la
ingesta de grandes cantidades en breve espacio de tiempo, asociada a
actividades de ocio.
Los opiáceos también
poseen una larga historia. El opio, jugo de un tipo de amapola, es una de las
drogas más versátiles conocidas. Gracias a su ingrediente activo, la morfina,
el opio adormece el dolor, produce júbilo, induce el sueño y reduce las
aflicciones. La planta de la amapola, conocida como adormidera, siempre fue
utilizada como alimento, forraje y aceite, pero hay registros históricos de que
sus funciones psicotrópicas ya eran conocidas en 3.000 a.C. Del Oriente Medio,
donde era muy empleado por la medicina, se extendió hacia India y, después, en
el siglo IX, hasta China. En Europa occidental el opio adquirió importancia
terapéutica en el siglo XVI, después de los viajes del médico y alquimista
suizo Paracelso, que difundió el uso de la “piedra de la inmortalidad” para
diversos fines en forma de láudano o tintura. En China era inicialmente
consumido oralmente y como medicina. Después, en el siglo XVII, se hizo popular
en aquel país el consumo de opio fumado . El consumo se incrementó de
forma alarmante y la producción interna no era ya suficiente. Se estima que en
el siglo XIX eran 16,2 millones los chinos adictos al opio fumado. El intento
de frenar el comercio de opio generó dos guerras sucesivas (1839-1842 y
1856-1858), entre Inglaterra y China, culminando con la derrota china y la
obtención de una serie de privilegios por parte de Inglaterra, como la completa
legalización del comercio de opio indio y la pérdida de la administración
de Hong Kong.
Hasta finales del
siglo XIX el consumo de opiáceos no constituyó un verdadero problema sanitario
en Occidente. Sólo con la popularización de la cultura de consumir opio
recreativamente y con el rápido incremento de los casos de adicción, sonó la
alarma social para este problema.
La morfina, en honor
al dios del sueño Morfeo, fue aislada del opio a principios del siglo XIX por
el alemán Fiedrich William Sertüner y pasó a sustituir (junto con la codeína)
al opio en los tratamientos médicos, especialmente después que se introdujera
la inyección hipodérmica como procedimiento terapéutico, en 1855.
Posteriormente, en 1874, fue creado el primer opiáceo semisintético, la
diacetilmorfina, también conocida como heroína. Unos años más tarde fue
comercializada por Bayer como sustancia antitusígena y como sustituto del opio
y de la morfina en los tratamientos de deshabituación. La heroína alcanzó gran
éxito comercial en todos los continentes, por su alto efecto antiálgico y
estimulante. Sólo muchos años después dejó de ser comercializada para este fin.
La heroína empezó a popularizarse como droga recreativa en Estados Unidos y en
Inglaterra primero y, después, en casi todo el mundo, generando algunas olas de
comportamiento heroinómano, que culminaron con la muerte de por lo menos una
generación de adictos de heroína inyectable (yonquis). Después de los 70 se ha
convertido en el símbolo por excelencia de los efectos perniciosos de las
drogas
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